San Miguel de Allende es una de las más hermosas ciudades coloniales, cuyo estilo arquitectónico refleja las tradiciones españolas que abundan en estas tierras; una de las tradiciones más solemnes en San Miguel es la celebración de las festividades de Semana Santa, donde además de disfrutar de la cultura y arte que la ciudad nos prepara en cualquier fecha del año, también podemos ser testigos de las celebraciones religiosas más importantes para los mexicanos.
La Semana Santa en San Miguel de Allende tiene una historia de más de 290 años; esta ciudad cosmopolita vio el surgimiento de la tradición en 1531, en la cofradía del Señor Ecce Homo donde se llevaban a cabo las procesiones y las representaciones de la pasión de Cristo para evangelizar a los indígenas. El sacerdote Luis Felipe Neri de Alfaro reforzó la tradición en el siglo XVIII por las penitencias que llevaba a cabo el viernes santo.
Este sacerdote comenzó con las procesiones en el santuario de Atotonilco, portando una corona de espinas en la cabeza, una cruz de mezquite en su espalda y diversos instrumentos de tortura, para revivir en carne propia la experiencia de Su Señor; Neri recorría solo el templo de San Felipe Neri, en el corazón de la ciudad San Miguel el Grande, que en ese entonces era nombrada de ese modo. Con el tiempo, las procesiones o viacrucis se popularizaron y en la actualidad siguen vigentes, comenzando las festividades un sábado antes de la semana mayor, cuando la figura conocida como Ecce Homo o el Señor de la Columna es llevada al santuario de Atotonilco en medio de campanadas y juegos pirotécnicos, para posteriormente ser llevada al templo de San Felipe Neri, donde permanece hasta el miércoles de pascua.
A las cinco de la tarde del jueves santo se realizan las misas de lavatorio de pies y posteriormente una procesión a siete diferentes templos religiosos de la ciudad donde se exponen figuras religiosas para la veneración de los miles de visitantes. El viernes santo, considerado el día más importante, se efectúa la conocida Procesión del Silencio a medio día, donde se representa el encuentro de Jesús cargando una cruz a cuestas, con su madre la Virgen María.
El escenario se complementa con los hombres vestidos de soldados romanos en las calles, durante las procesiones, así como penitentes ataviados con ropa de la época. Las solemnes festividades son un atractivo para cientos de miles de visitantes, quienes acuden cada año a vivir devotamente las procesiones, pero también a disfrutar de la música sacra, la orquesta de metales, pero también de la gastronomía de cuaresma, de la alegría y cultura que abunda en las calles de San Miguel.
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